N. Anderson Pallares Carrascal

N. Anderson Pallares Carrascal
Colombia
22 años
Nacionalidad colombiana
Universidad de Pamplona
Licenciatura en Psicología
130 días sin asistir a la universidad

Los salones de clase han sido sustituidos por alguna mesa, escritorio, alfombra o cama. El bullicio de los pasillos, cafeterías y áreas de verdes, por voces que emergen de dispositivos electrónicos. Los abrazos, saludos y juegos, por el tacto de pantallas y teclas de computadoras.

Hogares donde los estudiantes de todo el mundo se resguardan del letal coronavirus, se han transformado en los nuevos centros de enseñanza, y el horario académico en vez de transcurrir en sitios diseñados para una colectividad, transcurren en espacios, reflejo de las circunstancias y gustos personales.

Desde una mexicana en Nueva York, hasta un ugandés en Krasnoyark, Rusia y desde ingeniería biomédica hasta enseñanza del arte, este proyecto nos abre la puerta a la intimidad de los oasis de aprendizaje de estudiantes universitarios o de educación media superior, que estuvieron o están actualmente en confinamiento domiciliario por la pandemia de COVID- 19.

El espacio que elegí es una habitación adecuada con una mesa estable, mi computadora portátil, agenda, lapicero y un ventilador. Las paredes están pintadas de amarillo porque este color realza la luz que entra por la ventana dando una sensación de viveza y alegría, lo que me motiva a estudiar.

Extraño ir a mi universidad porque considero que aprendía más cuando asistía a clases dentro de sus instalaciones, además, hecho de menos interactuar presencialmente con las personas. La escuela es un lugar que propicia el diálogo, el desarrollo intelectual e incluso el esparcimiento, aspecto que las nuevas tecnologías no han podido remplazar.

Pero no todo es negativo, la virtualización del estudio tarde o temprano llegaría con el desarrollo de la tecnología y esta pandemia solo le ha dado celeridad a esa transformación.