José Luis Aguirre

Nombre o seudónimo

José Luis Aguirre

Edad

54

Género

Masculino

Nacionalidad

Argentina

Institución de Educación Superior

Universidad del Gran Rosario

Cuéntanos tu versión de la cuarentena, ¿cómo la sobrevives?

Viernes 20 de marzo.

Hace un rato largo que nos dormimos. Ella respira tranquila y no se mueve. Está en una de sus profundidades. Por la ventana semiabierta entra la luz anaranjada de las luces de la calle, la penumbra me hace visible todo a mi alrededor. Desde el fondo de la calle sube despacio un rumor metálico que se convierte en un colectivo, el mismo que para cada 15 minutos en la esquina de casa. Casi puedo escuchar la radio que escucha el chofer, que va solo, solo con el vacío de pasajeros que transporta. A medida que el rumor metálico se aleja, todo se va llenando de eso que no me deja dormir. Eso que todo lo invade y que a cada segundo se vuelve casi sólido, pesado, denso. El silencio. Hace dias que viene sucediendo pero hoy me doy cuenta, es un poco incómodo, no es habitual, una ciudad tan grande en silencio, mi cuerpo no se acostumbra, se resiste, no lo cree, no puede dormir. No puedo dejar de escucharlo.

Es más fácil el silencio fuera de la ciudad, más fácil, como imposible. En el campo, en el mar o las montañas, el viento, las olas, los pájaros conspiran contra él, no le dan lugar. Hay en esos lugares “no ruidos de ciudad” pero nunca silencio. El silencio es algo imposible. Nunca vivimos en estado de silencio. Cuando hay sonidos afuera, se despiertan los sonidos de adentro, los de la mente, el espíritu, las emociones o como cada quien las llame.

Muchas veces me da angustia y curiosidad, también algo de melancolía, sé que si sobrevivimos va a ser muy extraordinario volver a sentirlo, quizás nunca más lo escuchemos.

Nos hemos acomodado a dormir con sonidos externos, a incorporarlos a nuestros sueños. La biología y el psiquismo acomodaron a los cuerpos para adaptarlos a ese rasgo civilizatorio y ahora esta peste, desordena todos los órdenes que supimos conseguir.

Ya es de día, y el silencio ha dejado su estela de la noche. Hay mucho sol, está el cielo sin nubes y la ciudad está de nuevo casi sin ruidos, salvo por la voz de una mujer con un bebe en brazos, que sentada en un umbral le pide a la gente de los edificios de enfrente: ¡Señora, tiene algo que nos dé para comer!.