Anantha Padmanabhan S

Anantha Padmanabhan S
Kerala, India
20 años
Universidad Thiruvanathapuram
Licenciatura en Malyalam
131 días sin asistir a la universidad

 

Los salones de clase han sido sustituidos por alguna mesa, escritorio, alfombra o cama. El bullicio de los pasillos, cafeterías y áreas de verdes, por voces que emergen de dispositivos electrónicos. Los abrazos, saludos y juegos, por el tacto de pantallas y teclas de computadoras.

Hogares donde los estudiantes de todo el mundo se resguardan del letal coronavirus, se han transformado en los nuevos centros de enseñanza, y el horario académico en vez de transcurrir en sitios diseñados para una colectividad, transcurren en espacios, reflejo de las circunstancias y gustos personales.

Desde una mexicana en Nueva York, hasta un ugandés en Krasnoyark, Rusia y desde ingeniería biomédica hasta enseñanza del arte, este  proyecto nos abre la puerta a la intimidad de los oasis de aprendizaje de estudiantes universitarios o de educación media superior, que estuvieron o están actualmente en confinamiento domiciliario por la pandemia de COVID-  19.

 

Mi espacio de estudio  está repleto de revistas semanales de literatura y política  llamadas “Mathribhumi” además de otros libros como la novela de C. Radhakrishna que se observa en la foto cubierta con pasta negra. En este lugar también tengo mi bolsa de la escuela y una lámpara de emergencia para cuando tengo que estudiar durante la noche.

 Coloque la mesa al oeste ya que es bueno para la salud de mi cerebro, pues el campo electromagnético de la tierra está conectado en esta dirección.

Elegí este sitio para realizar mis actividades académicas porque está cerca de las ventanas, lo que me permite recibir sol y aire, elementos que energizan. Además este es un lugar privado y silencioso, lo que me permite estudiar sin interrupciones.

Lo mejor de quedarme en casa es que tengo más tiempo para convivir con mi familia y para hacer otras actividades como leer más y hacer manualidades.

Lo que más extraño de ir a la universidad, además de mis amigos y maestros, es viajar en tren, era maravilloso: todos los días abordaba a las 7:30 de la mañana un tren de pasajeros llamado “Kollam”. Adentro me reunía con muchos amigos, algunos que  iban camino a su escuela y otros a su trabajo, aprovechábamos el camino para discutir acerca de temas políticos, de deportes, entre otros. Poco antes de arribar a la estación donde descendía, el vagón se llenaba por completo y era muy divertido estar rodeado de gente desconocida, pues podía apreciar las distintas religiones, lenguas, vestimentas y estatus socio económico de la gente reunida.